El uso de la tecnología facilita muchos aspectos de la vida diaria, pero también conlleva una serie de peligros
En un mundo cada vez más conectado y dependiente de la tecnología, la digitalización se ha convertido en una fuerza impulsora para el progreso en diversos ámbitos de la sociedad (como la educación, la sanidad o los servicios públicos), además de ser imprescindible en nuestras relaciones personales. Sin embargo, es importante abordar esta transformación de manera responsable, considerando tanto las oportunidades que ofrece como sus posibles riesgos.
¿Qué es la digitalización responsable?
La digitalización responsable es la adopción y aplicación de tecnologías digitales de manera ética y consciente, considerando tanto los beneficios como los posibles riesgos y desafíos asociados.
Uno de los aspectos clave en la digitalización responsable es la protección de la privacidad y los datos personales. El intercambio de información en entornos digitales requiere medidas sólidas de seguridad cibernética y políticas de protección de datos efectivas que garanticen la confidencialidad y la integridad de la información para salvaguardar los derechos y la confianza de los usuarios.
Además, la brecha digital es un desafío en el que se busca garantizar un acceso equitativo y universal a la tecnología. Esto implica eliminar las barreras que puedan limitar la participación de ciertos grupos de la sociedad, como aquellos que se encuentran en áreas rurales o con recursos limitados. La inclusión digital es fundamental para construir una sociedad equitativa y evitar la exclusión de aquellos que no tienen acceso a las herramientas digitales.
Cabe destacar que, desde la pandemia y según datos del INE, se han multiplicado ciertos usos como el envío de mensajes (realizado por un 89,5% de la población) y las llamadas en vídeo (ha aumentado un 22,3% respecto a 2019). Además, que usemos masivamente la tecnología no significa necesariamente que la comprendamos. El mismo INE nos recuerda que un tercio de la población no tiene capacidades digitales básicas refiriéndose al uso que se hacen de las mismas y que, en muchos trabajos aparentemente analógicos, ya están pidiendo competencias digitales a sus empleados.
¿Qué solución podemos proponer?
Muchos expertos abogan por pasar a la acción y llaman directamente a la desconexión en diversos grados. La digitalización responsable requiere acciones colectivas y decisiones informadas para salvaguardar la privacidad, promover la inclusión y establecer marcos regulatorios efectivos. También precisa una colaboración efectiva entre gobiernos, empresas y ciudadanos: se deben establecer regulaciones claras y políticas adecuadas para asegurar un entorno digital seguro y ético; y fomentar la conciencia y la educación sobre los riesgos y beneficios de la digitalización para promover una adopción informada y responsable de la tecnología.
Porque el problema no es el uso, es el abuso que hacemos de dicha tecnología. Podemos ver cómo la atención de los niños, niñas y adolescentes está siendo dirigida por una inteligencia artificial, y no podemos olvidar que los menores están desarrollándose como personas y esas decisiones están influidas por algoritmos.
Está en nuestra mano aprovechar las ventajas de la tecnología sin olvidar un momento que somos seres sociales. La tecnología nos facilita la comunicación, pero lo que hace que las relaciones humanas perduren no tiene que ver con las máquinas: escuchar a la persona que tenemos enfrente, observar sus reacciones, compartir el tiempo y el espacio con otros seres humanos.